El café, como fruto natural, nace de la tierra y del cuidado del productor que la cultiva. Son, por tanto, los caficultores el punto de partida de la cadena de producción de esta materia prima, una de las más importantes para el comercio mundial.
El cultivo y recolección del café requieren conocimiento y experiencia. Son muchos los factores que intervienen en el resultado de una buena cosecha, factores muchas veces impredecibles por el carácter cambiante de la naturaleza, a los que los productores deben responder con destreza para garantizar una buena producción y, por tanto, sus ingresos.
Desde que es plantado, el cafeto tarda 3 años en producir una cosecha significativa para el productor. Durante estos años, éste deberá brindarle todos los cuidados que necesita sin obtener ningún rendimiento a cambio e, igualmente, deberá cuidarla y mantenerla durante su vida productiva con podas, abonos, protección frente a plagas y enfermedades, etc. para obtener un resultado que le permita alcanzar un buen precio en la venta de sus lotes de café.
Una vez que la planta florece y hasta que se pueda cosechar el café pasarán unos 8 o 9 meses. Según su naturaleza o condiciones ambientales, el árbol de café puede tener flor, fruto verde y fruto maduro al mismo tiempo por lo que, aunque en algunos países la recolección está mecanizada, se podría decir que la cosecha, como norma general, se realiza de forma manual. También porque el porcentaje de pequeños productores es muy superior al número de grandes plantaciones.
Cosechar la cereza de café en el punto exacto de maduración es fundamental para optimizar la calidad y, saber cuál es ese mejor momento, requiere de conocimiento, experiencia y es la clave para obtener una bebida excelente. Son, por tanto, los productores con su sabiduría y buen hacer el primer control de calidad por el que pasa la materia prima en su viaje hasta el consumidor final.
El café se cultiva en regiones ubicadas entre los trópicos. Establecer una clasificación global de la figura del productor es complicado, teniendo en cuenta que hablamos de países muy diferentes con condiciones sociales, económicas y legales también diferentes. Sin embargo, un dato que sí se puede destacar es que entre un 80 – 90% de estos productores son productores de tamaño pequeño, con pocas hectáreas por finca y que, en muchos casos, no viven única y exclusivamente de sus plantaciones de café, sino que complementan éste con otros cultivos o trabajos para alcanzar suficientes ingresos familiares.
Para la inmensa mayoría de estos productores su trabajo de cosecha termina entregando la cereza el mismo día de recolección a empresas acopiadoras (beneficios, cooperativas, estaciones de lavado...) para su procesado. Teniendo en cuenta que los costes de producción suponen un porcentaje elevado con respecto al precio que el productor obtiene por el café, para ellos es importante obtener cuanto antes los beneficios de la cosecha para la que llevan meses trabajando, en su moneda local y sin mayores complicaciones.
Otros productores, con infraestructuras mayores, se encargarán también del procesado de la cereza hasta su estado en pergamino para entregarlo a trilladoras que terminen el proceso y, los menos, tendrán la capacidad suficiente para procesar, envasar, almacenar y exportar el café verde completamente preparado a los países compradores.
Se puede afirmar que el trabajo del productor de café es el más arduo y laborioso de toda la cadena y que, sin él, el comercio internacional del café no existiría. Por ello, es fundamental poner en valor y dar visibilidad a ese trabajo y esfuerzo que los productores llevan a cabo para que en los países consumidores podamos disfrutar de esta bebida tan especial y reconocida.
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